sábado, 6 de febrero de 2010

Descripciones de Los Nogales entre 1882 y 1884

Las siguientes crónicas nos muestran cómo eran Los Nogales poco después de la inauguración del ferrocarril aquí, cuando todavía no se fundaba la población, cuando aún estaba en pie el campamento de los trabajadores ferroviarios, cuando nadie podía prever que aquí surgiría una población permanente.

La primera corresponde al 12 de octubre de 1882, días antes de la inauguración del Ferrocarril de Sonora en Los Nogales, cuando el Cónsul de México en Tucsón informaba que en la frontera, en el punto en que el tren cruzaba la misma, había surgido un campamento formado por sus trabajadores, "el que indudablemente van a abandonar tan pronto como termine el trabajo.” La razón: no había agua en el lugar, ya que la que se consumía era llevada por tren o extraída de algunos pozos locales. Era un campamento formado por carpas que se extendía desde la vía férrea hasta la actual calle Obregón, y de poco más al Norte de la frontera, bloqueado por el cerro de la actual Calle Crawford, tal vez hasta el callejón Ochoa por el Sur. Obvia decir que estas calles aún no existían y sólo las menciono como referencia.


Y aunque no contemos con una imagen de este campamento, tenemos la de otro contemporáneo, casi gemelo a Nogales, en Calabazas (actual Río Rico, en Arizona), debida a James Cabell Brown. En ella, viendo hacia el Este aparecen las carpas que, en búsqueda de un orden, se extendían sobre el valle a un lado del arroyo Sonoita, que allí confluye con el Río Santa Cruz. Este último así como la vía férrea no aparecen en la imagen, ya que se encuentran detrás de la misma.

En relación con el campamento en Los Nogales, tenemos una descripción que nos dejó un antropólogo holandés, Herman Ten Kate, quien visitó poco después de la inauguración del ferrocarril el Sur de Arizona y Norte de Sonora, cuando realizaba un estudio de las tribus indígenas de la región.

Después de visitar Tucsón y la iglesia de San Xavier del Bac, tomó el ferrocarril en Benson para dirigirse a Sonora y llegó a Los Nogales a las 9 de la noche del 10 de enero de 1883. Su melancólica y sombría descripción del lugar indudablemente estuvo influenciada porque esa noche en particular había luna nueva y a que la tenue luminosidad de las lámparas de petróleo de las tiendas de campaña apenas lograba romper la obscuridad de la cañada nogalense. Escuchémoslo:

“Siguiendo el reflejo de las tiendas iluminadas que veo desde una corta distancia de la estación, me dirijo hacia allá, y en un corto tiempo estoy sentado para tener una frugal cena que me pone enfrente un tipo con el cabello que le cuelga despeinado. Luego de cenar me fijo mejor en el sitio y veo que Nogales consiste solamente en un grupo de tiendas de lona, la mitad de las cuales son bares y “restaurantes.” Entro después a una de esas carpas para ver más de cerca. Aproximadamente veinte hombres bronceados con rasgos salvajes, con sombreros de ala ancha en sus cabezas y arropados en sus coloridos sarapes se encuentran de pie o sentados alrededor de las mesas de juego. Otros, sentados en banquitos o barriles vacíos fuman sus cigarros, mientras que otros más beben mescal o whiskey que les ofrece el cantinero y escuchan los acordes, a veces soñadores y a veces apasionados de una guitarra. Todo se encuentra iluminado por el tenue brillo de un par de antorchas humeantes que han sido amarradas a los postes de la tienda, formando un cuadro digno de un Salvator Rosa..”
Debo explicarle aquí al lector que Herman Ten Kate fue hijo de un reconocido pintor holandés y por lo tanto estaba familiarizado con la obra de Salvator Rosa, quien a su vez fue otro pintor italiano, autor de imágenes melancólicas, pobladas de ruinas y penumbras, como muestro en la pintura de la izquierda, y que muy bien podría corresponder a la cañada nogalense: "Paisaje con viajeros preguntando el camino". Pero sigamos:

“Continúo mi caminata nocturna y encuentro a los mexicanos sentados, silenciosos, alrededor de las fogatas parpadeantes que arden frente a sus tiendas, aunque los enojados perros me hacen el paseo tan difícil que abandono mi caminar por Nogales y me siento en el suelo frente a la pequeña estación de madera del tren, ya que adentro no hay ni sillas ni mesas. Absorto en mis pensamientos, observo el paso de las estrellas a lo largo de las obscuras siluetas del cerro cercano hasta que llega la hora de abordar el tren que me llevará a Hermosillo…”

De esta descripción inmediatamente vemos que el cerro es el de la actual Calle Elías, y que se refiere a la primera estación del tren nogalense: un pequeño cuarto de madera situado unos metros más al Sur de donde la vía del tren cruza la frontera.

Pero esa no fue la única ocasión en que Ten Kate pasó por Nogales. Meses después volvía a cruzar por aquí, ya de regreso de Hermosillo rumbo a Arizona, y de éste suceso también nos heredó otra crónica que por lo somera nos deja con más dudas que respuestas:

“El 9 de abril parto de Hermosillo por tren y en la siguiente mañana, doce horas más tarde me bajo en la estación fronteriza en Calabazas.”

Así, surgen espontáneas las preguntas: ¿Por qué menciona la estación fronteriza de Calabazas y no la de Nogales? ¿Había sido desmontado para entonces el campamento de los trabajadores? Nunca lo sabremos…

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